Foto: B.K. BANGASH (AP)
No había pasado ni una semana del atentado terrorista en la ciudad de Bruselas, y el mundo volvió a ser sacudido por una nueva masacre. El pasado domingo 27 de marzo, Domingo de Resurrección para las comunidades cristianas y católicas alrededor del mundo, un terrorista suicida se explotó en un parque de Lahore, Pakistán para acabar con las vidas de una comunidad cristiana que estaba reunida para celebrar la Pascua.
Más de 70 muertos – principalmente niños y mujeres – más de 350 heridos, y la cifra de fallecidos podría llegar al centenar por la cantidad de heridos en estado crítico.
En un país musulmán, con grupos de poder ultra religiosos, las minorías cristianas son constantemente vulneradas ante la vista de las autoridades. Las personas no mahometanas son ciudadanos de segunda categoría y su situación parece difícil de cambiar.
La facción talibán Jamaat-ul-Ahrar -que ha reivindicado el atentado- aseguró que la minoría cristiana era el objetivo del ataque kamikaze. "El objetivo eran los cristianos que celebraban la Pascua. Queremos enviar este mensaje al primer ministro Nawaz Sharif: hemos entrado en Lahore. Puede hacer lo que quiera, pero no podrá detenernos. Nuestros terroristas suicidas continuarán con estos ataques".