Así como los ojos son “el espejo del alma”, la piel refleja todo lo que ocurre en nuestro interior. La piel no es solo un escudo, si no que evidencia lo que sucede interiormente, sacando a relucir todas las emociones, incluso las que nos cuesta exteriorizar. Es por eso que toda manifestación que aparece en el cuerpo “por fuera” debe ser tratada y no sólo con fármacos, cremas o intervenciones, sino con una revisión de nuestro interior.
Saber qué es lo que sentimos y por qué lo sentimos, es sumamente importante para conocer el origen de nuestros padecimientos físicos. Cuando estamos en el periodo embrionario, la piel se relaciona con el sistema nervioso. Por lo tanto muchas células (que forman parte de este sistema) tienen también sus derivados en la piel y por ende se trata de un órgano que manifiesta no sólo lo que pasa a nivel del sistema nervioso sino que también actúa como un reflejo del alma.
La importancia de las emociones
Con respecto a las emociones, en nuestro organismo también funcionan el sistema simpático y parasimpático, estos controlan vasos sanguíneos, presión, vasodilatación y vasoconstricción, esto explica la piel pálida frente a un susto o enrojecida ante una ira o vergüenza. Cuando una persona está sometida a una situación de estrés prolongado, éste afecta todo su organismo; desde la forma en la que absorbe los alimentos, provocando un déficit en la nutrición hasta alteraciones en la piel.
Emociones, ¿la causa final? El estado anímico se relaciona directamente con el funcionamiento del organismo, y viceversa, es decir, el costo emocional que puede causar el tener una enfermedad cutánea también repercute directamente en la salud.
Así como el estrés empeora otras enfermedades, también hay padecimientos como el acné que generan problemas psicológicos y empeora este estado o fomenta la aparición de otras enfermedades relacionadas con el estrés.
Una relación bilateral entre las emociones y la piel
La relación en ese sentido es bilateral. No hay una emoción directa que cause enfermedades específicas de la piel, sino más bien estados anímicos que prolongados en el tiempo ocasionan daños dermatológicos.
No es el estrés el que provoca la caída del pelo, sino una alteración de la inmunidad en el cual se activaron anticuerpos que atacaron el folículo piloso. En el caso del vitíligo, esta alteración inmunológica hizo que se generara una reacción en contra de los melanocitos que son los que dan el color a la piel y en la psoriasis, tampoco es sólo el estrés, sino toda una reacción química que provoca una alteración que junto con un déficit de vitamina D se provocará este daño.
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