Fotos: Diamond Moutain
Hace unos días tuve la oportunidad de saludar al sol 108 veces. No fue la primera vez, ya lo había hecho en otras ocasiones y, como siempre, viví una batalla interna con las voces de mi cabeza, con mis ganas de salir corriendo y, contradictoriamente, con mi deseo inmenso de quedarme, de seguir, de no parar. Las hice completas, y logré algo que para mí siempre ha sido extremadamente difícil: mantener el control.
Quizá las primeras líneas sean incompresibles para algunas personas, pero para aquellas que practican Yoga, al menos, deben ser conocidas: las 108 salutaciones al sol. ¿Cómo es que se saluda al sol tantas veces? y ¿por qué se hace?
Para comenzar es importante señalar que el saludo al sol o SuryaNamaskar consta de diez posturas sencillas que se sincronizan con la respiración y van en secuencia. Cuando lo que se desea es realizarlo 108 veces, es importante estar preparados mentalmente y saber que luego del primer saludo viene el segundo y así, sucesivamente, hasta completar los 108.
Para contarlos, el profesor de Yoga utiliza un mala (rosario budista que tiene 108 cuentas), y con los dedos desliza cada una de las esferas; de esta manera va guiando la práctica y evita confusiones.
Con el SuryaNamaskar se limpia el cuerpo y la mente. Conforme vamos acumulando saludos, generamos calor y eliminamos toxinas; por ello, es un ejercicio físico extraordinario para la salud. Además, si mientras realizamos esta práctica estamos realmente conectados y atentos de la respiración, logramos calmar poco a poco nuestra mente.
Esta práctica es una manera de meditar, no como la que tradicionalmente conocemos, en donde permanecemos quietos, sentados o acostados con los ojos cerrados; es una meditación en movimiento y, además, es colectiva. Todos los que participan en ella comparten una intención de bienestar; todos los que la realizan ejecutan los mismos movimientos al unísono, creándose una sincronización maravillosa y una energía realmente mágica, que no sólo se siente en el exterior sino por dentro: el calor interno es indescriptible. Cada vez que la realizamos, le hacemos una reverencia a sol y agradecemos su presencia.
Y aunque el esfuerzo físico es importante, el mental es mucho mayor, las repeticiones pueden resultar agotadoras sobre todo para la mente, pero aun así es una experiencia que vale la pena.
Una vez más, me aplaudo por no salir corriendo, por no desvanecer, por retarme y estar segura de que cuando uno cree que no puede más, es mentira: siempre queda un poquito extra para dar. Los invito a que sean valientes, y espero que tengan la oportunidad de saludar muchas veces al sol. Les aseguro que se llenarán de una energía fantástica y muy reparadora.