Decidí ser feliz

Blog La Maison Derrière: "Decidí ser minismalista sin saber siquiera que algo así existía"

Montreal · Publicado el: 03/25/2013

Hace más o menos cuatro años vivo en Montreal. Tenía 24 cuando llegué. Lleno de ilusiones, de expectativas, lleno de lo que una vez llamé “hambre de éxitos”. En un principio todo fue una nube negra que me rodeó; llegar, bajarse de un avión y tirarse al mar. No tuve miedo, en mi mente solo estaba escrita la palabra triunfo. El inicio oscuro por el que todo inmigrante atraviesa pronto pasó. El idioma empezó a meterse dentro de mi cabeza y el trabajo junto al dinero empezó a aparecer.

En un principio confundí el término triunfo y lo relacioné con dinero, posesiones y riqueza. Muy pronto mi nuevo hogar me comenzó a obsequiar el nivel de vida con el que había soñado: estabilidad, entradas de dinero continuas; un fuerte deseo de consumismo empezó a tejerse dentro de mí. Con el dinero llegó también los excesos, el deseo de tener más y más; perderme los últimos lanzamientos tecnológicos no era una opción. El primer libro, el primer gadget, el primer videojuego debía ser mío.

La felicidad se hacía efímera, y el hueco en mi interior parecía un agujero negro sin fin. Mientras más gastaba y compraba menos feliz era; vivía ocupado reparando, manteniendo, ajustando aquellas cosas. Mi sueño era poder comprarme una casa inmensa en las afueras de la ciudad donde meter todas aquellas cosas y tener un poco más de espacio para meter unas cuantas más. Dos pisos, un garaje inmenso y tal vez un gran jardín. Una piscina, una podadora para el verano y un máquina quitanieve para el invierno. Dos carros, una moto y ¿por qué no tal vez una pequeña lancha a motor? Esclavo de mis posesiones, eso era lo que yo quería ser.

De esas cosas que te pasan una vez en la vida y no debes dejar escapar, subir pronto al tren y no mirar atrás, pasé de un estado al otro con la misma actitud como el día que decidí no fumar más y no lo volví a hacer. Así me desperté un día, abrí los ojos y encontré que tenía un montón de basura a mi alrededor, que sobre mi cabeza habían cientos de cachivaches esparcidos por la habitación, por la cocina, por la sala. Cosas que se tropezaban en mis pies, llenas de polvo, pilas de platos por lavar, cientos de tareas por realizar, varios proyectos por completar sin éxito. Era la persona más multitaskantiproductivallenadecosas que se puedan imaginar. Y me cansé.

Decidí ser Minimalista.

Decidí ser minimalista sin saber siquiera que algo así existía. No tenía ni idea de que afuera, en el mundo, también había personas cansadas de limpiar, atornillar, reparar, pagar, usar y tirar objetos, servicios, recuerdos y pensamientos. ¿Cómo alguien iba a decidir por cuenta propia dejar atrás sus pertenencias? Un día decidí que iba a vivir solo con lo justo y  necesario para vivir y desde ese día mi esposa y yo somos minimalistas.

Entendimos que la felicidad no es un fin, es un estado. Que hay que disfrutar el camino y no la meta.

La maison derrière.

Así nació La maison derrière, un blog personal en el que escribimos Eliana (mi esposa) y yo acerca de aquel cambio que dió nuestra vida. De cómo hemos evolucionado, de cómo por fin aprendimos a ser felices y más barato.

Decidimos mutar, cambiar, decidimos ser felices, romper la cadena entre lo material y nosotros. Comencé a disfrutar el aroma del café, la buena comida y el sol de Montreal. Comencé a encontrar pequeños ratitos de alegría en los también pequeños grandes placeres de la vida.

León Uno
@DonOrate


La maison derrière

Kazu y Eli Kazu y Eli, dos jóvenes esposos residentes en Montreal, Canadá. Un closet compartido, un gato y un pez. Minimalistas.
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