Les escribo desde un lugar paradisiaco: Puerto Morelos, México. Este es el motivo de la ausencia de artículo el domingo pasado. Estoy de viaje con mis alumnos de 6to grado y hoy quiero hablarte un poco de ello.
Yo miro con mucho recelo los viajes en las escuelas ya que siempre busco que el viaje tenga un objetivo, un propósito educativo. En Canadá, los niños y en especial en secundaria, están muy acostumbrados a viajar. Sin embargo, mis hijas han viajado pocas veces en estos tipos de viajes ya que son muy turísticos y yo prefiero, que por el precio que cuesta, viajen con nosotros, en familia.
El viaje a Puerto Morelos es diferente, es verdaderamente un intercambio cultural que cuidamos y perfeccionamos cada año en la escuela donde trabajo, como sabes, desde hace 10 años.
Lo primero que buscamos es que el niño practique su español con personas locales y en diferentes situaciones. Así pues, todas las mañanas visitamos una escuela primaria llamada Instituto Puerto Morelos. Allí los niños hacen presentaciones y juegan con los niños de su edad o más pequeños.
Luego, durante las tardes siempre terminamos comiendo y paseando en la plaza central del pueblo donde los niños pueden ir a las pequeñas tiendas a preguntar precios y a hablar con las personas de la zona. Puerto Morelos es muy pequeño y todo el mundo se conoce. Me recuerda a mi infancia donde los problemas de seguridad eran mínimos y los niños eran verdaderos niños que corrían en libertad por todas las esquinas.
Por una semana los niños no tienen acceso a la tecnología así que juegan cartas, cubo de Rubik, o simplemente leen en su tiempo libre. La playa está al abrir los ventanales de nuestros estudios así que cada mañana me despierto con el olor de este maravilloso mar Caribe y el ruido de las olas.
Los adultos volvemos a valorar lo bonito de la simplicidad ya que el ritmo en esta península es tranquilo y paciente. No hay apuros de ningún tipo y la gente siempre te regala una sonrisa y un "buenos días”.
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