Todos corremos el riesgo de sufrir el embate de personas negativas. Sus ataques pueden producirse en la calle, el trabajo e incluso en la propia familia. Una persona negativa posee mala vibra —hay quienes la califican como "tóxica"—, porque su negatividad se contagia, y se hace más ponzoñosa si no sabemos enfrentarla.
En su libro "Gente Tóxica", el intelectual argentino Bernardo Stamateas define a estas personas como envidiosas, mediocres, descalificadoras, chismosas, manipuladoras y quejicas. Son seres humanos que tienden a culpar a los demás de sus propios problemas, se entrometen en la vida ajena, nunca se alegran del triunfo de otros, viven sin sueños ni metas, pero, en cambio, tratan de controlar la autoestima de los demás con el único propósito de sobresalir.
Stamateas nos señala, de manera muy clara, quiénes son y cómo actúan. Entonces, de nosotros depende saber enfrentarlas, cuando no nos queda otra alternativa, porque lo más razonable es evitarlas.
CUANDO NO PODEMOS EVADIRLAS
- Debemos alejarnos emocionalmente de ellas.
- No discutirles nunca, por cuanto, si lo hacemos, fortalecemos su posición.
- Lo más aconsejable es escucharlas en silencio, seguirles la corriente y, si es necesario, hasta darles la razón.
- Cuando un ser de esta naturaleza se percata de que sus opiniones son "admitidas", tiende a callarse, deja de emitir mensajes negativos.
Debemos valorar seriamente si merece la pena mantenernos cerca de este tipo de gente, sobre todo si afectan a nuestra salud física o mental. Si es un familiar cercano, a quien no podemos abandonar, es imprescindible buscar ayuda profesional. Es casi imposible tratar de ayudarlo uno mismo, pues la persona negativa no está consciente de su nocividad, actúa de manera natural.
Si forma parte del grupo de amigos o colegas, y te cercioras de que perjudica tu desempeño social o laboral, trata de evitarla por todos los medios. No respondas a sus llamadas, toma distancia. Puedes disculparte o no por hacerlo, pero nunca des explicaciones.
Para triunfar en la vida hay que rodearse de gente exitosa, que nos anime en nuestros propósitos. Gente que admiremos y que, a la vez, admiren nuestros esfuerzos. Personas que nunca se alegren del fracaso del otro, ni culpen a los demás de sus propios descalabros.
La nocividad es contagiosa. Es tóxica, como bien señala Stamateas, pero el optimismo, la alegría de vivir y el deseo de triunfar en la vida, también lo son… ¡Y mucho más!